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La Clara
8 / 10 Critica
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La Clara

El letrero de La Clara reza un escueto “Bar-Tapas-Restaurante” que no engaña a nadie. Nada más entrar me topo con una barra de bar, concurrida y agitada, que paso de largo como si no tuviera nada que ver con el restaurante. El local tiene forma de herradura, así que en cuanto llego al fondo del pasillo, donde la gente charla animadamente mientras engulle algunas tapas, un leve giro me transporta a la parte que realmente me interesa, el restaurante. Está decorado en tonos blancos y negros y un gran espejo preside la pared más grande. También veo una pantalla de televisión. Se nota que es nuevo, o por lo menos que ha sido renovado totalmente hace muy poco y, aunque noto que los dueños han querido impregnarlo de diseño y líneas modernas, a mí me sigue resultando tan acogedor como La Clara de l’Ou, el restaurante que anteriormente ocupaba estas paredes. Sin duda acogedor a la vez que elegante.Por una vez en la vida no me cuesta apenas planificarme la comida. La carta no es muy larga y el milhojas de foie con huevo frito me está llamando a gritos desde que lo he visto. En cambio, la carta de vinos es súper completa. ¡Parece un libro! Ahí voy a tener más problemas. Tomaré el magret de pato con frutos rojos de segundo así que optaré por un tinto joven para acompañarlo. Para ir abriendo boca, pido una ración de pan de coca con tomate, un clásico que no suele fallarme. Me lo traen ipso-facto –confieso que el servicio es de los más rápidos que he visto últimamente –. Supongo que lo de servir tapas rápidas en la sala de al lado influye en el resto de la cocina. Es mi primer contacto con la comida de hoy y sin duda muy acertado. El pan de coca está buenísimo y me recuerda el que probé hace unos días en el Paco Meralgo.Enseguida tengo ante mí el milhojas de foie con huevo frito, o al menos eso me asegura el camarero cuando le pregunto y es que lo que ven mis ojos es algo más parecido al Big Mac de un McDonald’s. Desde luego no tiene el aspecto que me había imaginado pero, como se suele decir: “las apariencias engañan” y esta vez he caído en la trampa. En cuanto le doy el primer mordisco respiro tranquilo: ¡está riquísimo y mi plato queda limpio en menos de cinco minutos!La espera del magret me tiene en vilo. Me preparo para un nuevo choque visual pero, como ya he comentado, el servicio es rápido en La Clara y tampoco tengo tiempo de darle muchas vueltas al asunto. Cuando me sirven el magret compruebo, aliviado, que tiene aspecto de magret y viene acompañado de manzana. Está bueno. Quizá le falta espíritu pero es correcto.Tengo un poco de prisa así que decido saltarme los postres y voy directamente al café mientras intento valorar la experiencia. Cocina correcta a un precio correcto. Pero quiero dejar claro que La Clara no me parece para nada un restaurante más. Creo que es sin duda un lugar a tener en cuenta y donde se puede comer muy a gusto por un precio más que adecuado. Está a un paso de ser un lugar de referencia y para mí es cien por cien recomendable.

Els Tres Porquets
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Els Tres Porquets

Els 3 Porquets

Hace ya unos cinco años, los hijos de los propietarios del mítico Can Pineda abrían un restaurante de platillos conocido por la calidad de la materia prima que utilizan. Los primos Marc i Xavi apuestan por el mejor producto local para ofrecer una interesante cocina de mercado teóricamente apta para más bolsillos que la que sus padres ofrecen a tan sólo 500 metros. Aunque a pesar de tener reserva nos hacen esperar unos 20 minutos para sentarnos, lo cierto es que el servicio es desde el primer momento rápido y eficiente. Sólo dos camareros –con la ayuda del cocinero que vamos viendo fuera de la cocina explicando algunos de los platos a los clientes que así lo requieren- cubren la sala que, aunque de dimensiones más bien reducidas, está prácticamente llena. El espacio es una mezcla de taberna y bistrot, de ambiente totalmente informal, agradable y acogedor, bien iluminado y decorado con botellas antiguas por todas partes. Las mesas, altas y bajas, forradas con cajas de botellas de vino, están ocupadas por familias con hijos adolescentes, turistas de más de 30-40 años, parejas de mediana edad… Al ser sábado, no hay sugerencias del día, así que nos centramos en la carta, escrita en una gran pizarra y dividida en 5 apartados –para empezar, lsa de siempre, de la tierra al plato, las cazuelas y mar Mediterráneo-, cada una de ellas con 8-10 platos de inspiración tradicional. Por otro lado, la carta de vinos y cavas nos la presentan en un IPad, 25 páginas y más de 500 referencias. Además, 11 vinos para pedir por copas. De entre los 3 que nos recomiendan, nos decantamos por el Santa Cruz Artazu 2009, 100% garnacha (36.50€). Para empezar nos traen pan de coca con tomate (4,50€ la ración), y enseguida podemos dar cuenta de nuestra elección de platos, que llegan al a mesa con muy poca espera entre unos y otros (cambio de platos sucios incluido). Las croquetas dels Porquets (6€, 4 unidades) vienen con una presentación original. Un puntito de picante, con chorizo. Buenas. El carpaccio de alcachofas con jamón (7,50€) nos parece a todos muy correcto. Las alcachofas cortadas finitas, el jamón excelente, buen punto de pimienta, quizás aceite crudo en exceso. Las navajas del Delta (15,50€) buenísimas, con el punto justo de cocción. Gran fallo con los chipirones minis salteados con habitas verdes (invitación de la casa): tienen arena. Los huevos (o mejor el huevo) de Calaf con jamón y patatas chips caseras (11,50€) muy bien. Buenas tanto las patatas como el jamón, pero este último algo escaso. Los canelones de Roger de magret de pato con crema de foie (14€) llegan a la mesa un poco fríos. La textura es buena pero la salsa no tiene nada de especial, ni siquiera se nota el foie. La carne de pato sabrosa pero cortada demasiado fina. Los hatillos de col y carne de Can Pineda a la pimienta verde (10€), fantásticos en textura, sabor y punto de pimienta. Otro desacierto con el alambre (12€). Tiras de ternera con pimiento rojo, calabacín, cebolla, tomate y queso fundido con un punto picante: demasiado salado. Así se lo hacemos saber al servicio, que se excusa diciendo que el plato es así. No nos convence… De los cinco postres que nos cantan escogemos dos. Las bombitas de chocolate (2,50€) la unidad). Muy buenas, con chocolate negro caliente como relleno, el sabor de cacao envolviendo el hojaldre crujiente. La torrija (6€) un poco fría, pero con buen sabor y su azúcar quemado por encima. Terminamos con un poleo menta de calidad (2.50€) y un chupito de whisky Glenros (4.50€). La experiencia ha sido un poco bipolar. Por un lado, la valoración general de la comida es positiva, pero aun así los precios nos parecen demasiado elevados teniendo en cuenta las raciones servidas (la cuenta sale a unos 50€ por persona), es decir, el restaurante es, según nuestra humilde opinión, apto para sibaritas a quien no les importe pagar lo que sea por una buena materia prima.

Sense Pressa
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Sense Pressa

Sense Pressa

Aunque la fama de este pequeño restaurante no se ha extendido hasta el punto que se merece, lo cierto es que ya empieza a ser difícil reservar mesa –supongo que el hecho de que sólo disponga de 9 mesas también influye, claro–. El caso es que yo reservo de una semana a otra para dos personas a la hora de comer. Nada más entrar, me doy cuenta de que es realmente muy pequeño. Incluso así, entre paredes de ladrillo y botellas de vino a la vista, se respira un ambiente tranquilo y agradable. La mayoría de las mesas están ocupadas por ejecutivos. El servicio se muestra muy atento desde el primer momento. Echo un vistazo a la carta de vinos, un dossier que contiene información sobre todas las denominaciones. Muy correcta, ni muy breve ni muy extensa. La carta, esta vez sí, es más bien corta, pero la oferta se completa con algunos platos que nos canta el camarero. Para picar pedimos unas croquetas que resultan ser de las mejores croquetas de restaurante que he probado nunca, y unas alcachofas rellenas de foie, también muy buenas. Como primero –pese a que en la carta se encuentra en el apartado de segundos-, nos decidimos por los pies de cerdo ibérico a la plancha con aceite de trufa. Nos los sirven acompañados con patatas al horno, muy crujientes y gustosos. El otro primero acaba siendo un risotto de “ceps”, perfectamente presentado sobre una base de queso fundido. Espléndido en todo: al punto, nada pastoso y muy cremoso, como debe ser. Como segundo nos decantamos por el cuarto de cordero lechal asado para dos personas, a pesar de mi escepticismo –fruto de la experiencia en otros restaurantes donde lo sirven más bien seco aún siendo su especialidad. La sorpresa, sin embargo, es del todo grata, pues el plato resulta todo un acierto: la espalda, servida en una cazuela de barro, es tierna i crujiente a la vez, realmente buena. El punto y final lo ponen una tarta de manzana caliente y un soufflé de chocolate caliente, que nos sirven en una mini cazuela. Realmente es muy difícil encontrar puntos flacos. Quizás no se trate de una cocina muy innovadora, pero todo lo que hacen lo hacen muy bien. Los platos son muy completos y el producto, de gran calidad y cocinado al punto. Todo muy bien ejecutado, seguramente “sin prisa”. Acabamos pagando 50 euros por cabeza, cosa que, después de lo que hemos disfrutado, no me parece en absoluto caro. Volverán a verme, de hecho ya pienso en los platos que pediré la próxima vez. En definitiva, un lugar donde quedaremos bien ante cualquier compromiso. Buena reputación más que justificada. Ver restaurante