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Els Tres Porquets
Critica
Els Tres Porquets

Els 3 Porquets

Hace ya unos cinco años, los hijos de los propietarios del mítico Can Pineda abrían un restaurante de platillos conocido por la calidad de la materia prima que utilizan. Los primos Marc i Xavi apuestan por el mejor producto local para ofrecer una interesante cocina de mercado teóricamente apta para más bolsillos que la que sus padres ofrecen a tan sólo 500 metros. Aunque a pesar de tener reserva nos hacen esperar unos 20 minutos para sentarnos, lo cierto es que el servicio es desde el primer momento rápido y eficiente. Sólo dos camareros –con la ayuda del cocinero que vamos viendo fuera de la cocina explicando algunos de los platos a los clientes que así lo requieren- cubren la sala que, aunque de dimensiones más bien reducidas, está prácticamente llena. El espacio es una mezcla de taberna y bistrot, de ambiente totalmente informal, agradable y acogedor, bien iluminado y decorado con botellas antiguas por todas partes. Las mesas, altas y bajas, forradas con cajas de botellas de vino, están ocupadas por familias con hijos adolescentes, turistas de más de 30-40 años, parejas de mediana edad… Al ser sábado, no hay sugerencias del día, así que nos centramos en la carta, escrita en una gran pizarra y dividida en 5 apartados –para empezar, lsa de siempre, de la tierra al plato, las cazuelas y mar Mediterráneo-, cada una de ellas con 8-10 platos de inspiración tradicional. Por otro lado, la carta de vinos y cavas nos la presentan en un IPad, 25 páginas y más de 500 referencias. Además, 11 vinos para pedir por copas. De entre los 3 que nos recomiendan, nos decantamos por el Santa Cruz Artazu 2009, 100% garnacha (36.50€). Para empezar nos traen pan de coca con tomate (4,50€ la ración), y enseguida podemos dar cuenta de nuestra elección de platos, que llegan al a mesa con muy poca espera entre unos y otros (cambio de platos sucios incluido). Las croquetas dels Porquets (6€, 4 unidades) vienen con una presentación original. Un puntito de picante, con chorizo. Buenas. El carpaccio de alcachofas con jamón (7,50€) nos parece a todos muy correcto. Las alcachofas cortadas finitas, el jamón excelente, buen punto de pimienta, quizás aceite crudo en exceso. Las navajas del Delta (15,50€) buenísimas, con el punto justo de cocción. Gran fallo con los chipirones minis salteados con habitas verdes (invitación de la casa): tienen arena. Los huevos (o mejor el huevo) de Calaf con jamón y patatas chips caseras (11,50€) muy bien. Buenas tanto las patatas como el jamón, pero este último algo escaso. Los canelones de Roger de magret de pato con crema de foie (14€) llegan a la mesa un poco fríos. La textura es buena pero la salsa no tiene nada de especial, ni siquiera se nota el foie. La carne de pato sabrosa pero cortada demasiado fina. Los hatillos de col y carne de Can Pineda a la pimienta verde (10€), fantásticos en textura, sabor y punto de pimienta. Otro desacierto con el alambre (12€). Tiras de ternera con pimiento rojo, calabacín, cebolla, tomate y queso fundido con un punto picante: demasiado salado. Así se lo hacemos saber al servicio, que se excusa diciendo que el plato es así. No nos convence… De los cinco postres que nos cantan escogemos dos. Las bombitas de chocolate (2,50€) la unidad). Muy buenas, con chocolate negro caliente como relleno, el sabor de cacao envolviendo el hojaldre crujiente. La torrija (6€) un poco fría, pero con buen sabor y su azúcar quemado por encima. Terminamos con un poleo menta de calidad (2.50€) y un chupito de whisky Glenros (4.50€). La experiencia ha sido un poco bipolar. Por un lado, la valoración general de la comida es positiva, pero aun así los precios nos parecen demasiado elevados teniendo en cuenta las raciones servidas (la cuenta sale a unos 50€ por persona), es decir, el restaurante es, según nuestra humilde opinión, apto para sibaritas a quien no les importe pagar lo que sea por una buena materia prima.

1902
8 / 10 Critica
1902

El Café Modernista, una terraza única.

Dentro del recinto del Hospital y perteneciente a Grupo Sagardi, El Café Modernista 1902 es un lugar único para disfrutar de una buena terraza y de un espacio único. Con una oferta basada en una cocina tradicional, ofrece varias opciones según la hora del día, cubriendo desde el desayuno hasta la cena. Si el tiempo acompaña, su terraza es agradable para tomar un buen vermut o incluso para comer al estar a los pies del Hospital, en una zona peatonal. En su carta veremos que no falta nada de lo más clásico, parece diseñada en consonancia con el entorno: Ensaladilla Rusa Gilda, la Bomba de la Barceloneta, Croquetas de Jamón y patatas bravas son ideales para la hora del vermut Si buscamos algo más contundente, ir a tomar un Brunch "a la catalana" es casi imprescindible. Hay que aprovechar el formato anglosajón para tomar unos Huevos Estrellados con Jamón Ibérico.El producto es uno de sus grandes fuertes. Elaboraciones que se hacen con producto fresco y de calidad que garantizan un acabado redondo. Sus precios son muy acordes con su oferta.

Can Fusté
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Can Fusté

Can Fusté

Mi reunión de las 12 ha resultado más breve de lo esperado y me presento en el restaurante más bien temprano, por lo que no me sorprende que el local esté poco concurrido. “Mejor”, pienso al ver las tres primeras mesas vacías, “puedo elegir sitio y nadie me estropeará la comida”. Pero cuando de verdad me toca elegir mesa me cuesta decidirme y es que la decoración de este local es cuanto menos que curiosa: paredes blancas y minimalistas por un lado, otras presididas por grandes cuadros, estanterías iluminadas repletas de botellas de colores, un espacio al fondo con toques más rústicos, mesa redonda y vistas a un montón de botellas de vino y a un cartel taurino -debe ser el rincón más solicitado para las reuniones familiares o de amigos-, cuadros apoyados en el suelo y hasta dos enormes vidrieras adornadas con cristales de vivos colores en uno de los laterales me invitan a sentarme. Francamente no sabría cómo definir el estilo, pero me ha quedado claro que el local ha sido renovado recientemente. En estos días que corren “renovarse o morir”, dicen, y Can Fusté es uno de los muchos restaurantes de Barcelona que se han puesto las pilas últimamente. Opto por una de las mesas del fondo. Al instante, uno de los empleados me ofrece amablemente la carta. No parece muy extensa -a priori-, pero al darle una segunda ojeada llego a la conclusión de que tampoco le falta de nada. Así pues, decido catalogarla como “muy correcta” y me debato entre elegir alguno de los platos del día –los han destacado tanto que me ha sido imposible no verlos-, pasar directamente a la carta, o dejarme asesorar por cualquiera de los camareros, todos ellos del país, muy profesionales y atentos. El risotto cremoso de setas, verduritas y parmesano regiano por 21€ me parece una buena elección como plato principal. Ahora sólo me falta buscarle un entrante acorde para acompañarlo, y finalmente me decanto por el carpaccio de buey al pesto y pasta fresca al limón que sale por 15€. Mientras espero el carpaccio -que no debería tardar apenas-, uno de los camareros me sorprende con un chupito de gazpacho como aperitivo mientras otro me planta delante una clásica tostada de pan con tomate. Un detalle que siempre es de agradecer. El carpaccio resulta sencillamente exquisito. La combinación con el pesto es un gran acierto y la presentación no ha estado nada mal. Me pregunto si habré acertado también con el segundo y no tardo en averiguar la repuesta: ¡Bingo! El risotto -en su punto justo- me resulta muy gustoso, cremoso, y viene acompañado de unas verduritas crujientes y una generosa ración de ceps que sólo lo mejoran. Merece un único calificativo: excelente. Poco a poco el restaurante ha ido llenándose de gente, gente mayor, de buena familia –o al menos a mí me lo parece- y también algunos hombres de negocios de buen comer. Algo me dice que muchos de ellos son “repetidores” y creo que yo también acabaré volviendo a visitar Can Fusté dentro de poco. Aún me queda por probar una de sus mayores especialidades: el pescado y el marisco. ¡Otra vez será! Ver restaurante