TOP RESTAURANTES BARCELONA

LISTA COMPLETA

RESTAURANTES CON OFERTA

CON OFERTAS · SUPEROFERTAS

ÚLTIMAS CRÍTICAS PUBLICADAS

TODAS LAS CRITICAS

Abrassame
8 / 10 Critica
Abrassame

Impresionantes vistas a Barcelona en la última planta del Centro Comercial Las Arenas

Abrassame es un restaurante ubicado dentro del Centro Comercial Las Arenas (la antigua plaza de Toros de Las Arenas de Barcelona). Concretamente se encuentra en la zona de restauración del Centro Comercial, en la terraza del último piso. Una zona con unas preciosas vistas de Barcelona.rnEl restaurante Abrassame, como su nombre indica, está especializado en comida a la brasa. Por esa razón, en su cocina vista podéis ver la enorme brasa donde se cocinan sus pescados y carnes.rnEl local de Abrassame de Las Arenas está dividido en varias zonas. rnPor un lado, se encuentra la zona más exterior con vistas a Plaza España. Es una zona bastante amplia. rnTambién podéis ir a la zona de la barra y de la cocina vista, una zona muy grande. rnDespués podéis encontrar un espacio más pequeño con unas 6 mesas, la zona que me pareció la más íntima.rnPor último, encontramos un reservado con una mesa grande que se puede convertir en 2 reservados más pequeñitos, para cenas de grupo.rnEn cuanto a la comida de Abrassame, se basa en brasa y cocina de mercado. rnBuenísimo el carpaccio de mango, jamón y foi, también el Tataki de atún y el Filete con foiernDe postre, no os perdáis el Carajillo de Baileys: gelatina de café y mousse de baileys.rnEl servicio es muy profesional, amable y atento. rnAbrassame es un restaurante diferente, con excelentes vistas, y buena comida en la Plaza España de Barcelona.

La Plassohla
Critica
La Plassohla

Ohla Gastronomic Bar

Hacía tiempo que tenía ganas de ir al gastrobar de Xavier Franco, chef estrellado de uno de mis restaurantes favoritos en Barcelona, el Saüc -desde hace cosa de un año también situado en el fantástico Hotel Ohla, justo encima del espacio del que hoy quiero hablar. Ubicado en los bajos del hotel, en plena Via Laietana, el espacio es moderno pero cálido, muy acogedor, y a la hora de comer está inundado de luz natural. La larga barra de madera –desde donde se ve cómo trabajan los cocineros- preside el restaurante, en el que también se puede comer en sus cómodas mesas junto a la cristalera. El servicio, joven y dinámico, trabaja con rapidez y amabilidad y se muestra totalmente predispuesto a hacer de mi almuerzo por lo menos un rato de lo más agradable. Empiezo con las patatas bravas de la casa. Muy buenas, al punto pero a mi gusto –reconozco que quizás soy demasiado crítico con esta especialidad- les falta ‘bravura’. Las croquetas de pollo y bacalao excelentes, especialmente las últimas. Los hatillos de queso resultan un plato ideal para compartir y, con una base de cebolla caramelizada, me parecen muy bien resueltos. Los mejillones a la brasa con salsa marinera frescos, muy muy buenos. Sin duda, Franco apuesta por una cocina inteligente y efectiva. La ración de steak tartar con helado de mostaza dulce es muy pequeña, pero a su favor debo decir que incluso las tostaditas que lo acompañan valen la pena, se nota que detrás de su elaboración hay alguien que sabe de qué va esto de la cocina. Eso sí, no es del todo adecuado para aquellos a quien no les gusta el picante. A la hora de los postres, me decido por las torrijas de Santa Teresa con helado de vainilla. Tardan un poquito en servirlas pero la espera se justifica rápido: no las hacen fritas sino caramelizadas. La acertada variación consigue un resultado sublime. Mientras acabo mi ágape con un café, proceso toda la información. Algunos de los platos me han recordado grandes momentos en otros restaurantes. Las bravas al Bohèmic, los postres al Gresca… Sin llegar a aquel punto de gloria de esos momentos memorables, el Ohla llega muy alto. La relación calidad-precio es óptima. La cuenta sale a 38,40€ (vino incluido), aunque por 30€s se puede comer de maravilla e incluso hay un menú por 22€. Estoy seguro de que repetiré en este gastrobar en el que, doy fe de ello, se sirve alta gastronomía en pequeño formato. Ver restaurante

Casa de Tapes Cañota
Critica
Casa de Tapes Cañota

Casa de Tapes Cañota

Saber de antemano que son los hermanos Iglesias del mítico Rías de Galicia (también asociados con Ferran Adrià en Tickets) quienes están detrás del restaurante pone las expectativas muy altas en mi primera visita a Casa de Tapes Cañota. Lo primero que me sorprende al entrar en el local es su puesta en escena. Si no supiera que lo que había sido la brasería contigua al Rías fue renovada a finales del 2011 para convertirse en la versión ‘low cost’ (que no ‘low quality’) de su hermano mayor, no podría decir si se trata de un restaurante nuevo o si por el contrario carga a su espalda muchos años de historia. Aunque todo parece nuevo, lo cierto es que recuerda a los restaurantes de antes. Es un sitio auténtico y desenfadado en el que la palabra clave es ‘casa’, pues te sientes muy a gusto, como en casa, valga la redundancia. Desde el momento en que te traen la carta –el servicio es alegre, atento, cercano y rápido- se nota que lo que quieren es que te lo pases bien. Se respira cierto aire de cachondeo que no debe inducir a errores: ir de tapas es ir a pasarlo bien pero no significa comer mal. Nada más lejos de la realidad, aquí se come bien y de verdad. La ambientación me recuerda al show del Tickets pero a otra escala, claro. Hay un cortador de jamón en medio del espacio y una casita de helados, y curiosos dibujos decoran el interior y las dos terrazas. Si tengo que encontrar un ‘pero’ al ambiente diría que es un poco ruidoso. Pasando ya a lo que verdaderamente nos importa, la carta es extensa pero sin pasarse. Veo carnes, arroces, pero sobre todo tapas, cómo no las grandes estrellas del lugar. Después de hacer mi elección –con la que intento hacerme una idea general-, me traen dos rebanadas de pan de payés tostado con tomate de colgar (ojo que lo cobran 1,50€), y la copa de vino blanco (3€) y botella de agua que he pedido. Aquí la caña cuesta sólo 1€, un chollo para los cerveceros (no es mi caso). La croqueta de jamón ibérico (1,20€) es realmente cremosa y para nada se parece a la croqueta del típico bar de tapas. Pero cuando verdaderamente me empiezo a dar cuenta de las intenciones del restaurante es con las patatas bravas a la gallega (4,20€), no fritas sino cocidas y al horno y con una espectacular salsa de Albert Adrià y un alioli muy ligero, ideales para compartir (aunque no es mi caso, no me arrepiento). Culmino mi ágape con un sublime arroz caldoso con nécora (14,80€) bien merecedor de mis alabanzas. Suculento, gustoso y muy generoso. De esos platos que al verlos piensas ‘esto no me lo acabo’ pero que sin darte cuenta ya no queda ni un grano de arroz. Eso sí, no me queda apetito para el postre… Pido la cuenta (menos de 30€) y me invitan a un Gilimonger, un licor casero de fruta de la pasión que pasa muy bien. Me quedo con ganas de probar las gambas, las anchoas de Lolín, los mejillones al vapor con vino blanco, la cajita de fritos y la burgerbull (hamburguesa de rabo de toro con rúcula, queso havarty y mayonesa en su jugo). Lo dejo para cuando vuelva acompañado, que seguro será pronto (no sé si en pareja, con amigos o con la familia, no importa porque el lugar es perfecto para todas las ocasiones). Me marcho muy satisfecho de la experiencia, creo que el restaurante es una visita obligada para todo el mundo (además es perfectamente apto para todos los bolsillos), pero en especial para aquellos que creen que comer bien y pasárselo bien tienen mucho que ver. Mis más sinceras felicitaciones. Esto sí es hacer bien las cosas. Ver restaurante